Por ERIKA YOLANDA LAGUNES SOLIS
El ser humano siempre está en la búsqueda de la perfección, ya sea de sí mismo o de las cosas que le rodea. También queriendo saber sobre su futuro y tratando de enmendar su pasado. Lo cual lo lleva a dejar de disfrutar su presente, deleitarse en las bendiciones que Dios le da día a día. Las circunstancias que se presentan a lo largo de la vida del hombre han determinado su ser, han dejado que las pruebas, los problemas, el que dirá la sociedad rijan su vida.
¿Cuándo fue la última vez que te tomaste el tiempo para observar el cielo, una flor, abrazar un árbol, jugar como niño, bailar, cantar, reír; simplemente disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, «ser FELIZ»? Me atrevo a decir que fue hace mucho tiempo que lo hiciste ¿y sabes por qué? Porque crecimos pensando, que se es feliz cuando más se tiene; que seremos felices cuando poseamos las cosas que no tenemos en nuestro presente, estamos siempre anhelando lo de los demás. Pero que complejos somos los seres humanos cuando ya poseemos lo que anhelábamos seguimos sin ser felices. Nos preocupamos por la escuela en donde debemos estudiar, la carrera que debemos escoger, el trabajo que nos va a permitir tener una vida cómoda, una estabilidad económica; dejando aún lado si es lo que nos gusta o sí vamos a disfrutar lo que haremos, si estamos dejando de pasar tiempo de calidad con nuestra familia.
En pleno siglo XXI la finalidad del ser humano es tener casa, carros, dinero, cosas materiales; darle lo mejor a los hijos, que disfruten de lo que uno no pudo. No quiero decir que esto sea malo, simplemente a lo que quiero llegar, es que estas cosas no deben determinar nuestra vida, que no sean un factor para que podamos ser felices o no. La palabra del Señor es muy clara.
«A quien Dios le concede abundancia y riquezas, también le concede comer de ellas, y tomar su parte y disfrutar de sus afanes, pues esto es don de Dios.» (Eclesiastés 5:19)
Debemos ser agradecidos y disfrutar del don que Dios nos da producto de nuestro trabajo, lo cual nos ha permitido tener una vida cómoda. «En la aceptación yace la paz». Un mal que aqueja a todo hombre en la actualidad es poner en primer lugar en nuestra vida las vanidades que nos vende la sociedad, ya que ello nos lleva a olvidarnos de lo más importante, de disfrutar nuestro presente, de la riqueza más grande que poseemos: la vida. En Romanos 12:2 dice.
«No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta».
Hoy tu y yo tuvimos la dicha de abrir nuestros ojos, que el alba nos acogiera con su dulce aroma y su luz nos brindara la oportunidad de poder emprender nuestro caminar y aprender de las circunstancias que se nos presenten. Lo cual es un regalo de Dios, nuestra única obligación es vivir con gozo. Pero ¿qué es gozo? La Real Academia de la Lengua Español lo define como placer, alegría, emoción por lo que es favorable o aceptable. La Biblia hace referencia al gozo más de setenta veces en el Nuevo Testamento. El gozo es una señal de la presencia de Dios en nuestra vida. Pero que quiere decir esto, que cualesquiera que sean las circunstancias actuales de nuestra vida, el gozo verdadero está siempre disponible para nosotros. Dios quiere consolarnos, sanarnos, darnos paz y sobre todo esperanza. Esto me lleva a decirte con la certeza de mi corazón que debemos aceptar nuestras circunstancias y ser agradecidos por ellas, dejar de afligirnos por no tener más de lo que poseemos, por las cosas que hemos hecho mal en nuestro pasado; fijemos nuestros ojos en Jesús más que en nuestras adversidades y pidamos le de corazón que nos ayude y guíe para aceptar lo que se nos presenta día a día en nuestro caminar en la vida. Porque cuando tú vives una vida de gozo, a pesar de los problemas, los demás verán a Jesús en ti, ya que tu esperanza está puesta en Él.
«Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas» esto dice Proverbios 3:5-6.
Otra de las cosas que nos aleja a los seres humanos de vivir plenamente y con gozo son nuestros errores o podríamos decir pecados. Estamos tan pendientes de lo que hicimos en nuestro pasado que nos atormentamos al recordar y querer cambiar lo que ya está hecho. ¿Por qué nos gusta mirar hacia atrás teniendo un bello paisaje el día de hoy? La respuesta es muy sencilla nos hemos vuelto adictos al dolor, a la auto flagelación emocional si me permiten utilizar este término; nos hemos vuelto unos víctimas de nuestras propias circunstancias que nos han hecho creer que vivir en el pasado es la única manera de vivir. Pero cuando enfrentamos nuestros temores, desahogamos nuestro dolor e inquietudes ante Dios recibiremos el regalo de la paz. Sólo debemos hablarle a Dios con la verdad, presentarnos ante Él con un corazón sincero, lo cual pondrá al descubierto nuestros deseos más profundos y de esta manera se creará un vínculo de amor y reconfortante con Dios, ya que ante sus ojos nada podemos ocultar. La felicidad está al alcance de cualquiera de nosotros lo único que debemos hacer es aceptarla.
El Señor nos dice, no se preocupen por lo que van a comer, beber ni vestir, yo los proveeré de ello porque se perfectamente cuáles son sus necesidades. Así mismo él nos ha perdonado por nuestros pecados ahora nosotros debemos perdonarnos, aprender de nuestros errores y romper las cadenas que nos atan al pasado, para ser libres en nuestro presente. Concluyo retomando lo que dice Jeremías 29:11
«Porque yo sé muy bien lo planes que tengo para ustedes, afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza».
Deléitate en el Señor y tendrás una vida plena y en abundancia.